Fuego Ahora
ardíamos sin fuerzas,
sin centímetros, sin décadas…
silenciosamente,
por las cordilleras
y los rosedales negros de tu espalda;
errando por los nervios del Fuego
y sus penosas señales,
ásperas como lengua de burra,
y sus haces de luz amarilla,
sin miedo,
pero inútiles como la última palabra,
una pobre excusa,
o una simple caricia entre millones de sombras
que se tocan
trágica música de arcángeles