P O R T A D A            
Ricardo Abdahllah
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  38     25 de Diciembre (A Xmas tale).        

25 de Diciembre
(A Xmas tale)

 
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He aquí lo difícil:
Caminar por las calles
y señalar el cielo o la tierra
Alejandra Pizarnik
1936 - 1972

 

A mí pueden decirme lo que sea, que nos lo imaginamos, que el vídeo en el que seguramente andábamos nos hizo alucinar, que estamos hablando mierda, pero fue verdad: la Bola de Fuego recorrió los cielos de Bucaramanga en la madrugada del 25 de diciembre. La vi yo, la vio Ilana, que por esa época todavía trabajaba en la escuelita de Ciudad Norte y andaba conmigo, y lo vieron todos los que estaban con nosotros ese día: Dani C. y Alejandra D' Merak que a última hora no había podido viajar a Nirvana y Fercho Barajas. También Elizabeth, la hermana de Federico ; Chucho y Catalina y Natalia Hetfield, que en esos días andaba con Fercho, claro que ellos no duraron mucho. La lista que he dado de todas maneras no es la gran cosa si lo que se busca es un testigo, porque los que no están muertos hace rato se fueron de la ciudad. El único que aún vive por aquí es Fercho Barajas pero desde hace años se la pasa, dicen, bebiendo y metiendo en la casa que le dejaron los papás. Allá tiene un par de empleados que están pendientes de atenderlo y sólo sale tal cual noche a caminar por ahí. La última vez que lo vi estaba en el Parque de los Niños gritando "El miedo siempre triunfa, el miedo siempre triunfa". Yo me le acerqué y me miró a los ojos, pero no me reconoció y siguió gritando.

Me llamó Eduardo Acevedo, mi segundo nombre no lo digo porque siempre me ha dado como pena. Nací en esta misma ciudad, Servicio de Maternidad del Hospital Universitario Ramón González Valencia. Octubre, a finales de los setenta. Fercho Barajas, que hasta que se encerró del todo fue muy amigo mío, decía que Andrea Camila, que fue una novia que él tuvo y por la cual terminó así de paila como está, había nacido ese mismo mes. Mi familia es de Boyacá y mientras estuve encerrado en el Hospital Psiquiátrico San Camilo, injustamente porque yo nada había hecho, ellos vinieron cada vez que pudieron. Ahora mi mamá está más bien viejita y vive con mi hermana y mis sobrinos, y ya no le gusta viajar, entonces voy yo. Trabajo de asistente del Instructor de la Liga Santandereana de Lucha Libre porque yo en el colegio era luchador y hasta gané medallas y todo. El sueldo no es mucho pero me alcanza para pagar el arriendo de este apartamento donde vivo hace rato y para comprar libros. Lo último que compré fue esa edición de lujo del Quijote, claro que no lo he acabado de leer y todavía lo estoy pagando por cuotas.¿de qué estaba hablando?, 'jueputa siempre me pasa eso, hermano. Me olvido y empiezo a hablar de otra cosa .¿ Bola de Fuego ?, Sí de la Bola de Fuego del 25 de Diciembre ¿Sí?. Me acuerdo que el 26 buscamos en todos los periódicos y en ninguno decía nada, y se nos hizo muy raro porque la Bola de Fuego era muy grande y todo mundo tenía que haberla visto ; pero no, no salió nada ni el 26, ni el 27, ni nunca. Después uno le preguntaba a la gente en la calle y nadie había visto nada. Aunque creo que sí la habían visto y lo que pasaba era que les daba miedo decirlo.

Digamos, pues como por darle a lo que cuento un cierto orden, que todo empezó en el Terminal de Transportes la tarde del 24. Yo esperaba conseguir un pasaje a última hora para viajar a mi casa y cuando llegué había el qué desorden. Hasta policía tenían. Apenas me bajé del taxi me encontré a Dani C. y a Alejandra que hablaban con un señor medio canoso y medio calvo que esperaba a su hija, "Qué tal que llegué Adrianita y en este desorden no me vea y piense que no la vine a esperar". Serían por ahí las cuatro y media, apenas para coger el primer bus que saliera para Tunja y llegar a Duitama antecitos de medianoche. Me saludé con la gente y le dije a Alejandra que, ya que ella también iba para el Sur, por qué no nos íbamos en el mismo bus ; ella me dijo "Viejito, se cayó el puente de Pescadero y hay un trancón de antología en la Autopista al Sur, como los conductores no quieren pasar navidad en carretera ya no salen más buses sino hasta mañana temprano". Y yo qué piedra tan hijueputa. Esperamos como hasta las seis y no, no salió ningún bus. Como Alejandra tampoco pudo viajar se fue con Dani Cobain (que ese no es el nombre verdadero sino que es muy fanático de Cradle of Filth y Nirvana) a pasar la navidad con la familia de él. Yo me fui a la cena navideña de mi tía Rosalía que vive por el Álvarez, y con la gente quedamos en que ellos llamaban a los del parche y nos encontrábamos en el Parque de Las Palmas después de la una de la mañana.

De la navidad en la casa de mi tía, no hay mucho que contar. A las doce comimos tamales con ella, con mi tío Miguel y con mis primitos que ahora ya están en la universidad. Como a la una me despedí y comencé a caminar ; pero no agarré derecho para Cabecera, primero bajé por San Francisco. La gente echaba pólvora y había rumbas en varias esquinas. Una de ellas de conocidos que tomaban Caprissio en una esquina, "Qué más mano, se toma alguito" y yo me tomé dos tragos, apenas como para aligerar el paso. De ahí cogí por el Bulevar hasta la ventisiete y subí por el lado de La Aurora, a ver si me encontraba con Elizabeth Tyler/Perry/Hamilton /Whitford/ Kramer, que no es la misma Elizabeth hermana de Federico que dije antes. Antecitos de llegar a la casa de ella, me senté en una esquina y del fondo de la maleta saqué a la vieja Magola. Yo antes no le decía así, eso fue desde un paseo que hicimos a la Mesa de Los Santos, que a la señorita Alejandra le dio por ponerse a retener el humo y luego decía que se le cerraba la garganta y no podía respirar y Dani Cobain que fresca que estás respirando bien, y luego que viene la policía, que oigan las motos, y no sé quién que yo veo un viejito bonachón dentro de una licuadora y ahí fue cuando me dio por decir "¡Sanos con la vieja Magola!" y a todos les dio risa y se les olvidaron sus paranoias extrañas y nos pusimos a cantar. Gritamos a todo pulmón que fijo lo escuchó toda la gente que andaba esa noche cazando pitufos en la Mesa. Esos eran buenos tiempos.

Yo podía parar de contar aquí y empezar de nuevo: Érase una vez una gente que se mamó de guardar la vida y descubrió que gastándola de afán era como más rendía y decidió gastar los años de juventud, que no son muchos, en caminatas nocturnas por calles secundarias, merodeadas por parejas que descubren entre sonrisas la lujuria y murciélagos que lo golpean a uno en la cara. Esos fueron los famosos hang- arounders que, cuando ya estaban acabados y no tenían nada que decir, fueron hasta entrevistados por sociólogos. Yo podría empezar o terminar de contar esta historia cuando quisiera porque en la vida real las historias no tienen principio ni final y esta es una de esas. Estaba yo sentado en el andén y no había acabado ni de darle fire a la Magola cuando vi la luna como roja. En ese momento hasta pensé en rezar porque para esos días todo mundo andaba con el cuento de que se iba acabar el mundo. Luego me di cuenta de que no era la luna sino una bola de fuego ; la luna estaba en su sitio, mostrando el lado blanco y escondiendo el otro. No hay ningún lado oscuro de la luna, todo en ella es oscuridad. No recé, pero para que se me pasara el susto le di mate a la Magola, cinco plones largos y listo. Seguí caminado y no me acordé más de Elizabeth Tyler/Perry/etcétera.

¿Sabe qué fue bacano?. Cuando llegué a la cuadra esa de la vuelta del Cine Riviera, la de las discotecas, y no había nadie. Solo, solísimo todo ahí que siempre se escucha la re-bulla. Entonces crucé despacio y con paso triunfante, con paso de guerrero regresado a casa. Ese sentimiento vino, creo yo, de la vez que me encendieron a pata en esa calle. Iba yo bueno y sano y no serían ni las once, cuando pasando frente a la discoteca de la esquina escuché un frenazo, volteé a mirar y no había pasado nada. Entonces seguí caminando como de espaldas y sin darme cuenta ¡Paf! tumbé una moto que estaba parqueada y al caer se le rompió el espejo retrovisor. En un segundo ya se había armado la gritería y yo reazarado, cuando salió un man todo king-kong y sin decir nada me dio un puño en la cara. De ahí me quedó está cortadita encima del labio, ¿Ve?, caí al piso y empezaron a darme pata, ni siquiera sé entre cuántos, y yo tratando de acordarme de lo que sabía de lucha libre pero entre golpe y golpe no alcanzaba ni a pensar. Al fin me alzaron y me salía sangre de la boca. Los manes que me habían cascado eran cuatro, todos con pinta de traquetos, y entre un poco de gente los tenían y yo les dije "Déjenme sandro, hijueputas" y preciso se soltó uno de los manes y me dio un puño en el estomago que me sacó todo el aire. Mientras las luces me daban vueltas y me iba al piso le oí decir "Tome, burro malparido". No sé nada más, ni cómo arreglaron lo de la moto, ni quién me dejó, así de vuelto mierda como estaba, en la puerta de mi casa.

La ciudad se desnuda de noche y ese es el momento en que en realidad uno puede conocerla. De día todos son iguales: todos están despiertos. De noche la mayoría duerme y los que se quedan despiertos son los que tienen historias que vale la pena contar, modestia aparte. Era yo dueño y señor de la calle y la atravesé por toda la mitad, con eso mi venganza estuvo completa. Miré al cielo y la Bola de Fuego era mucho más grande, como igual de grande que la luna. Y así seguí, mirando al cielo. Pasé por la casa amarilla que queda detrás del Hotel Chicamocha y por primera vez vi las luces apagadas. Esa casa amarilla es un putiadero sin medio caro. "Todos descansan en Navidad", pensé. Frente al Parque de Mejoras Públicas me encontré a Isaías, que con su paso de extraterrestre caminaba en dirección contraria, como quien va para el norte. ¿Usted ya conoció el Parque de Mejoras Públicas?. Imagínese que ese parque era todo bacanito y los domingos se llenaba de gente. Eso hasta que les dio por cobrar la entrada y como casi nadie andaba bien de plata, a la gente le dio piedra que cobraran. Un día se organizó una marcha para que la entrada volviera a ser gratis y comenzó a llegar mucha gente, y a la media hora ya nadie sabia cuál era el motivo de la marcha; que por los secuestrados del avión de Avianca, que por Adriana Hurtado y los demás desaparecidos de Barranca, que por los maestros, que por el orgullo gay. Y en medio del desorden todo el mundo se metió al parque y no quedaron rejas. Luego llegó la policía y un tipo encapuchado, seguro de la UIS, se paró y empezó a gritar, me acuerdo muy bien "¡Debajo de los adoquines está la playa!" y todo mundo se quedó quieto mientras yo buscaba al adoquín, que me imaginé sería un payaso con traje a cuadros, cosa de segundos antes de que aclararan que los adoquines eran los ladrillos. Gritería total: "¡Los ladrillos!, ¡Los ladrillos!". Y se formó un monumental tropel que dejó vuelto mierda el parque. Por ahí dos años después lo arreglaron pero ya no le volvieron a poner rejas. Ahí fue donde me encontré a Isaías. Caminaba hacia el norte. Todos lo conocían pero nadie llegó a saber dónde vivía. Decían que era hermano de un vicerector de la UIS. Saludó levantando la cabeza y señalando el tablero de ajedrez que llevaba bajo su brazo izquierdo, me preguntó si jugábamos una partida. Primero pensé en quedarme, pero en un segundo la asociación ajedrez-Diosmuevealjugadoryestealapieza-Borges-Ilana (A Ilana le encantaba el ajedrez y el poema de Borges sobre el ajedrez, tanto así que yo lo recité el día de su entierro) me hizo desistir de la invitación. Ilana me esperaba en Las Palmas. Isaías me pidió un cigarrillo y yo saqué del bolsillo una manotada de la Vieja Magola y se la di. Él la guardó sin agradecer y siguió caminado, unos pasos después se dio la vuelta y me dijo "¿Ya vio La Bola de Fuego ? .pilas que lo que pasa es que Nuestro Señor Jesucristo va a lanzar un volcán sobre la tierra, hablamos seguido porque a mí me parece que, muy adentro del corazón, yo le gustó a Jesucristo y él se parece a mí. Yo fui el que le dio la idea del volcán". Seguí caminado. No me gusta oír a los locos. Menos cuando gritan. Por eso evito a Fercho y por eso fue difícil el paso por San Camilo.

Sería como la una y media cuando llegué a Las Palmas. Todos estaban ahí. Ilana estrenaba falda, una falda larga que desde entonces me gustó mucho. Me saludó con un abrazo fuertisímo y Natalia preguntó con ese acentico caleño que se le salía sólo a ratos si ya me había fijado en la Bola de Fuego. Yo miré y la Bola de Fuego estaba grandísima y ya no en la mitad del cielo, sino como hacia el oriente, por el lado de la carretera a Cúcuta. Nos sentamos en el prado y Catalina sacó una botella de Moscatel de pasas que, como éramos tantos, no dio un brinco. En una de las casas que bordeaban el parque (ya no queda ninguna todos son edificios con cafés o bancos en el primer piso) había fiesta con sillas afuera y vallenato a todo volumen. La primera que reaccionó fue Elizabeth, que se puso a cantar "Vive tu vida" a todo pulmón :

Desde la cuna hasta tu tumba
tienen elegido tu camino
al colegio, al ejercito al trabajo
cásate, procréate y muere
Vive tu vida, déjate ya de servilismos

Y así. Todos la seguimos pero antes más le subieron. Yo decía que nos fuéramos a tropelear que qué hijueputas. Entonces Dani Cobain le dijo algo en el oído a Alejandra y ella se subió al árbol y abrió los brazos. Inmediatamente empezó a llover y la gente de la fiesta se entró y apagó la música. De Alejandra y Dani no se hace mucho tiempo, o mejor dicho no quiero saber, porque me han dicho que se suicidaron o que los mataron o que todavía andan por ahí. Ellos parecían gente normal como uno, pero tenían un cuento como raro. Fercho Barajas decía que eran vampiros. Vaya usted a saber. El aguacero se nos metió en el alma y nos hizo cantar y bailar con más ganas. Y a pesar de la lluvia, la Bola de Fuego seguía en el cielo. Ahora se movía, despacio, pero se movía. Cuando dejó de llover, tan súbitamente como había empezado, saqué otra vez a la Vieja Magola y como quedaba poquita se la di a Catalina para que la distribuyera. Cuando andaba en sus viajes se le botaba a los carros y nunca le pasó nada. Ella decía que la bareta la hacia inmune a los automóviles. Cosas de la traba, Fercho Barajas siempre veía dragones. El caso es que, cuando ya pasaba de los cuarenta y hace tiempo había dejado de meter, a Catalina, la mujer más mal hablada que he conocido, la atropelló un camión mientras desvaraba el carro blanco que se había ganado quince años antes en una rifa en Santa Marta. Natalia y yo nos empujamos de a medio tubo. Natalia, según la definía un amigo, era un ángel con las alas rotas que siempre quería tener polvo en la nariz. Aparte de eso, ella era toda Heartbreaker. Tuvo muchos novios y mala fama, pero pocos la vimos en sus depresiones, que eran duras.

Nueve éramos los dueños de las calles esa noche, cantando duro, como se debe cantar. Parecía que ya iba a amanecer pero era el brillo de la Bola de Fuego, ¿Qué horas serían?, ¿Las dos?, ¿Las dos y media?. Una gran noche para hacer lo que la gente dice que está mal. Elizabeth decía que había una fiesta en Provenza en la casa de un mancito que tenía batería y que allá iban a tocar varias bandas ; Dani Cobain que cogiéramos para la Casa del Diablo en Cabecera Alta y Natalia que al Cementerio de Suicidas, que ella sabía por dónde meternos (allá estaba enterrado Lucas, un novio de ella, pero él no era suicida, lo habían matado). O ir a un bar porque en todos había fiesta de Navidad. Fercho no sugería nada, sólo decía que amaneciéramos y que muchos hijueputas tan boletas si no amanecíamos. Y en medio de la gritería que llevábamos se mete un sonido, guitarras duras, batería acelerada, Jonathan Davis gritando que se está quedando ciego. La música venía del tercer piso de un edificio al otro lado de la calle. La puerta de abajo estaba abierta y subimos sin dársenos nada, cuando tocamos a la puerta abrió un tipo sin camisa. Natalia se lanzó a saludarlo con toda la intensidad del caso, "Sigan que todos están invitados y no hay vecinos" Entramos, música bacana pero todos repepos y arrinconados. En el sofá, el único mueble a la vista, un man y una vieja durmiendo, los dos sin ropa. Ahí me di cuenta que Natalia no conocía al que nos había abierto porque le estaba preguntando el nombre ; un tiempo después ella dejó a Fercho y se fue a vivir con el man a Bogotá, igualito me la había hecho a mí. Dicen que luego regresó a Bucarametal y que ella fue la que mató a Ilana, pero a mí no me consta. Elizabeth apagó las luces y grito "¡Aquí estamos!, ¡Ahora diviértannos!" Alguien llegó con unas latas de cerveza y las repartió entre los que no estaban tan paila. Chucho y Catalina entraron a uno de los baños y por eso al rato, cuando tuvimos que irnos, ya éramos menos. La salida de la casa fue de afán porque cuando pusieron "Tourrette's" a Fercho le dio por creerse Kurt y levantó una silla del comedor para luego volverla mierda golpeándola contra el piso. Entonces nos echaron y si estuvieran menos llevados hasta nos habrían armado tropel. A pesar de todo, Elizabeth se sacó en la maleta una de vodka. La Vieja Magola se había acabado y propuse bajar hasta el Parque Centenario. Allá se consigue de todo desde que uno tenga plata. Sometimos la propuesta a votación, pero la escasez de dinero, la posibilidad de que por ser Navidad no hubiera nadie y tocara bajar hasta la olla de la 30 y la mamera de caminar, conspiraron en mi contra.

Seguimos andando. En la calle se oía música guapacha por todos lados y la Bola de Fuego estaba ahora hacia el sur y muy cerca del suelo. Hacia allá decidimos ir a capturarla a ver si confirmábamos nuestras teorías al respecto. Contentos todos y extrañando a Chucho y Cata, que se habían quedado en el apartamento. Ilana, por fin, me cogió la mano y seguimos caminando, Elizabeth cantaba con los brazos abiertos y daba vueltas. Y hacía calor. Un carro frenó detrás de nosotros y luego nos pasó despacio por el lado. Una familia, perfecta como si fuera de propaganda de televisores, comentaba sobre la Bola de Fuego.

Cruzamos corriendo el Puente de La Flora y correteamos la Bola de Fuego subiendo por el Caldas casi hasta Fátima, pero fue en los baldíos que quedaban bajando del Estadio de Atletismo, (Estadio de Ateísmo le decíamos) donde por fin logramos alcanzarla. Ya ahí teníamos la certeza de que bajaría. Como por variar nos sentamos en el suelo, todos menos Dani y Alejandra que dijeron que iban a dar una vuelta. Puta costumbre esa que tenían ellos de abrirse cuando estabamos en parche. Los que nos quedamos destapamos el vodka y hablamos de música mientras la Bola de Fuego bajaba lentamente sobre nosotros. Casi diría que la ignoramos. La idea de que eso había sido algo importante no se nos pasó por la cabeza sino en los siguientes días, cuando, como le dije antes, vimos que no salió nada en los periódicos. Ya estaba amaneciendo y venía por el oriente el sol que no es más que una bola de fuego mucho más grande, cuando decidimos levantarnos para ir a buscar otra botella. Entonces la Bola de Fuego se separó del suelo y comenzó a moverse hacia el oriente regando pedacitos por toda la ciudad y haciéndose cada vez más pequeña hasta que se deshizo del todo. Eso confirmó nuestras sospechas, en ese entonces éramos jóvenes y siempre teníamos razón.

 

25 de Diciembre (A Xmas tale).

 
         
         
         
         
         
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