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caballo    
      Araceli Otamendi   punto de encuentro
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Pasó un cortejo fúnebre y olí la muerte. De una carroza tirada por caballos negros alguien, una mano quizás, me arrojó una beba. La tomé en el aire, enseguida comprendí quien era.

Vi mi cara como en un espejo, supe que había muerto hace mucho, en una isla lejana. Ví desde arriba la forma de la isla rodeada de mar, el mar llevándome hacia adentro, apenas podía respirar. En la isla donde había nacido había siempre disputas. Hombres y mujeres se peleaban casi siempre hasta morir. De ese desangradero venía yo, comprendí mi vida en segundos, ése era mi pasado. Me pregunté, con la beba en los brazos, despierta y tranquila, cuál sería el porvenir. Mi abuela que era gitana me lo había dicho en sueños una vez. Estábamos las dos a la orilla de un río y había sol, entonces ella dijo: "tendrás la magia, todo dependerá de los fines que elijas". Al despertar me pregunté acerca del significado del sueño, no hubo respuesta. Supe solamente que se me comunicaría en sueños, alguna vez. Sabiendo la verdad invoqué a Dios. Algunos magos habían muerto en la hoguera. Mi padre antes de morir me confesó en secreto que velaría mis sueños como mi abuela lo había hecho con él. Me quedé perpleja, tenía una beba en los brazos y no sabía qué hacer.

Cuando desperté el corazón me latía con fuerza, la beba ya no estaba ahí. Salí a la calle, como una autómata me dirigí a un quiosko de diarios y compré una revista sin saber ni siquiera su contenido. Volví a mi casa, la abrí en una página y reconocí la fotografía de la isla. Las historias que ahí se contaban eran por mi conocidas desde la revelación de mi vida anterior. Quise volver a dormir y no pude conciliar el sueño. Me quedé sentada, escuchando mi respiración, cerré los ojos, vi la pelea de dos hombres a cuchilladas. Escuché el sonido del mar una vez más.

 

   
             
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